Hoy tengo uno de esos días en los que apetece desaparecer.
Esos en los que te pones música depresiva y te tiras en la
cama con expresión apática, haciendo nada
con el ordenador.
Esos días en los que no te apetece levantarte o saber de
nadie, en los que simplemente existes pero no vives. Esos días grises de bajón inminentes,
porque todos los tenemos.
Pero te obligan a seguir adelante cuando en ese momento lo
único que te apetece es mandarlo todo a la mierda, y no porque te vaya
especialmente mal, pero tampoco especialmente bien… Simplemente te has
levantado así;
La presión de las decisiones por tomar, las obligaciones y
responsabilidades que se acumulan oprimiéndote el pecho, y, como no te dejan
respirar, prefieres recuperar el aire viendo una peli o leyendo un libro,
sumergirte en una vida que no sea la tuya.
No sé, hoy me gustaría que nadie me conociera, que nadie se
dirigiera a mí y me dejaran en mi cueva oscura y silenciosa a no ser que yo los busque.
Que se olviden de
mí por un día entero para reordenar mis ideas, para recuperar mi identidad,
para restablecer mis principios, para ser yo.
Porque sé que en el fondo algo está cambiando…
Y me inquieta.
Es eso con lo que culpas la presión, pero en
el fondo sabes que eso es superficial, que pasa algo más y no sabes lo qué. O quizá sí, o lo intuyes,
pero no quieres averiguarlo por temor a las consecuencias. A hacer daño, a
hacerte daño…
Un día más en el que ansías poder parar el tiempo para
recuperar una parte de ti. Lo que algunos llaman egoísmo y no se equivocan del todo...
Pensamientos en busca y captura.
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